La magia de Julia Brook para criar niños poderosos

El pasado día 26 de febrero Julia Brook visitó el ciclo Educactivos para ofrecernos una charla titulada “Tomar conciencia del papel de padres”. En Masala pudimos disfrutar de una hora de diálogo basado en los conocimientos y experiencias que ha volcado en su libro Niños fuera de la caverna. Nueve poderes para criar niños poderosos.

Para comprender bien la base de su ideario es necesario saber que define como Poderoso a “quien se siente capaz de llevar a cabo pacíficamente aquello que desea y vive además en estado permanente de equilibrio y aceptación ocurra lo que ocurra en cada momento”.

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Todos sabemos que amamos a nuestros hijos y deseamos lo mejor para ellos, pero no nos damos cuenta a veces de que la inercia social hace que reproduzcamos con ellos la manera en que fuimos educados. Contribuimos a perpetuar los mismos patrones de infelicidad, desazón o confusión ante los acontecimientos de la vida que aprendimos en nuestra infancia. Y la única manera de poder salir de ese déjà vu es vivir de forma consciente la educación de nuestros hijos.
Esa consciencia es la que nos ayudará a criar hijos poderosos. Pero, ¿dónde hay que poner la atención? Julia nos habló de cinco aspectos por los que podemos empezar a reflexionar:

1. La repetición de patrones: le damos gran importancia a la obediencia, asumimos que los niños tienen que obedecer para transmitir la sensación de que nuestro hijo está bien educado. Pero no nos preguntamos para qué sirve obedecer. Puede que la respuesta sea para nuestra comodidad. Lo que no sabemos es que realmente la obediencia causa un sentimiento de sometimiento, crea una huella y un modelamiento en el niño que no le está permitiendo ser como a él le sale ser.

Y acompañando a la obediencia suele venir el patrón de la riña y/o el sermón. Asumimos que es algo correcto pero no es así. No deja de ser un acto de violencia normalizado, un acto de desamor. Y no debemos olvidar que los niños necesitan mucho amor para sentirse seguros, fuertes y poderosos.

2. Las proyecciones: volcamos en los niños una gran cantidad de expectativas que suponen una carga inmaterial y no visible para ellos. Nos creamos también esperanzas relacionadas con las capacidades y aptitudes que NOS gustaría que tuvieran, el carácter que NOS gustaría que mostraran, etc.

El nombre es una de las más típicas proyecciones, junto con la profesión. Todos conocemos alguna saga de Vicentes, Alfredos o nieto e hijo de abogado, por poner un ejemplo. Pero no se trata tanto de criticarlo como de saber qué supone para nuestros hijos e hijas y ser consciente a la hora de tomar las decisiones.

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3. Las correcciones: se derivan de los patrones y las proyecciones anteriores. Corregimos porque tenemos en mente el camino que tiene que seguir el niño y actuamos constantemente como jueces de lo que está bien o mal. Pero esas dos palabras no significan lo mismo en la mente del niño. Ellos tienen una percepción mucho más aguda que la nuestra y no nos damos cuenta de que las cosas tienen muchas formas de estar bien y muchas formas de estar mal.

4. Las imitaciones: es imprescindible no olvidar que somos el espejo permanente en el que nuestros hijos se buscan. No hay manera más eficaz de aprendizaje que la imitación, lo que nos obliga a mantener una coherencia constante en nuestra vida, a la correlación entre lo que le aconsejo y lo que hago.

5. El valor de la simplicidad y lo relativo: La importancia de las cosas es subjetiva y en todo lo relacionado con los niños más aún. Somos nosotros mismos los que complicamos los hechos y si logramos relativizar las cosas en nuestra vida, conseguiremos transmitírselo a nuestros hijos. Un niño percibe el mundo desde su prisma, desde el que da significado a lo que vive. Y si nos fijamos, nos daremos cuenta de que muchas veces ni siquiera comprenden qué ha hecho enfadarse a un adulto.

Este valor de la simplicidad es el que utilizó para promulgar un “activismo del sí” como herramienta de crianza, entendido siempre con unos límites mínimos: a su integridad física y la de los demás, el respeto al prójimo y a las cosas del entorno. A partir de ahí, Julia defiende un “sí” que permita al niño ser feliz y aprender a autorregularse de manera eficaz, que aprenda de sus excesos y equivocaciones. Esto le convertirá en una persona generosa que va a reproducir ese patrón y devolverlo con creces al mundo.

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